Texto del Libro – El diario de Santa Faustina
Oh Jesús mío, Maestro, uno de mis deseos a los Tuyos que Tu tuviste en la cruz: deseo cumplir Tu santa voluntad; deseo la conversión de los pecadores; deseo que sea adorada Tu misericordia; deseo que sea anticipado el triunfo de la Iglesia; deseo que la Fiesta de la Misericordia sea celebrada en el mundo entero; deseo la santidad de los sacerdotes; deseo que haya una santa en nuestra Congregación [382]; deseo que en toda nuestra Congregación reine el espíritu de gran celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas; deseo que las almas que viven en nuestras casas no ofendan a Dios, sino que perseveren en el bien; deseo la bendición de Dios para [mis] padres y para toda [mi] familia; deseo que Dios conceda una luz particular mis guías espirituales y especialmente al Padre Andrasz [383] y al Padre Sopocko [384]; deseo una bendición particular (151) para mis Superioras [385], bajo cuyas órdenes he estado y especialmente para la Madre General [386] y la Madre Irene y la Madre Maestra Josefa.
Reflexión: Petición
Oh Jesús mío, maestro mío uno mis deseos a los tuyos que tu tuviste en la cruz: deseo cumplir tu santa voluntad; deseo la conversión de los pecadores, deseo que sea adorada tu misericordia.
“Pedid y se os dará: porque todo el que pide, recibe”, “¿Cuánto más vuestro padre que está en los cielos; dará cosas buenas a quienes le pidan?”
Pedir y dar; eso es la mayor parte de nuestra vida y de nuestro ser. Al pedir nos reconocemos necesitados. Lo mismo nos ocurre con Dios. Gran parte de nuestras relaciones con Él están definidas por la petición; el resto por el agradecimiento.
Nuestro deseo o petición no debe ser egoísta, ni lleno de soberbia, no debe ser con avaricia, ni por envidia. El deseo debe ir en concordancia con la voluntad de Dios entonces, va mucho mejor encaminad nuestra petición.
Nuestro deseo debe ir acompañado a la oración con la confianza de hijos.
Debemos en todo deseo acudir a la Virgen María porque ella conoce el corazón de su hijo: “Haced lo que Él os diga”. María, nuestra madre santísima es la omnipotencia suplicante, porque su hijo es Dios es la madre de Dios y nada puede negarle. María es la mediadora se pone entre su hijo y los hombres.
En la petición nuestra oración ha de ser confiada, como quien pide a su Padre y sereno porque Dios sabe bien las necesidades que padecemos. Esta confianza nos mueve a pedir con constancia y perseverancia. La misma perseverancia en la petición aumenta la confianza y la amistad con Dios.
“En verdad os digo que cuanto pidieras al Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá”
Dios te bendiga y te proteja.
Santa Faustina, ruega por nosotros.
Amén.
Dr. Victor Arce